El deseo de predecir el futuro es probablemente tan antiguo como el ser humano, y ha sido el mismo individuo quien ha intentado satisfacer de diversas maneras su necesidad de conocer que le depara el destino en un tiempo estipulado a mediano, corto o largo plazo.
El conjunto de procedimientos empleados para obtener información sobre los acontecimientos futuros, son todos aquellos que forman parte de lo sobrenatural, a esto le llamamos adivinación. En latín se conoce como el descubrimiento de la voluntad de los dioses.
Recurrir a la técnicas adivinatorias no implica necesariamente que se tenga que ser una deidad o un dios, un concepto que se maneja en muchas culturas, se puede ser un simple mortal pero con poderes, mejor conocido como videntes. Las personas que realmente comparten el don de la adivinación son considerados individuos capaces de percibir energías correspondientes a otro plano, convirtiéndose en un mediador entre ambos planos de la realidad, el terrenal y el espiritual.
¿Cuál es el momento correcto?
El escritor romano Cicerón, explica en su obra De divinatione, que hay la existencia de dos grandes clases de adivinación, la natural y la artificiosa. La primera clase es la intuitiva, y se refiere a aquel adivino que no hace ningún razonamiento por voluntad propia, sino sirve de instrumento para materializar una fuerza superior que se manifiesta a través de él.
La segunda es inductiva, aquí el adivino establece conjeturas basadas en una observación que previa que se le hace al paciente que desea ser examinado, las mismas observaciones son interpretados a la luz de un código, todo esto dependerá de las herramientas que utilice el adivino para predecir, cartas, velas, tabaco, cigarrillos, entre otros.
Cicerón además expone, que la adivinación intuitiva puedes dividirse en dos subclases. Una es la del profetismo, que se conoce como la adivinación intuitiva pura y la otra se produce en estado hipnótico o alucinatorio, bien sea natural o provocado por medio arficiales, en este último cabe mencionar los oráculos de las pitonisas griegas o sesiones espirituales.
Esta subdivisión también sucede con la adivinación inductiva, la cual se conforma en dos grupos, el primero son las prácticas adivinatorias realizadas a partir de la observación de fenómenos naturales que se presentan espontáneamente, tal como ocurre con la astrología, la geomancia cuya técnica es utilizada por el estado y aspecto de la tierra, o también la aruspicina, la cuál se aplica a través de las líneas de la mano.
En el segundo grupo se incluyen las técnicas de adivinación que toman como punto de partida sucesos provocados.
Las diferentes modalidades de adivinación inductiva que acabamos de mencionar tienen mayor relevancia histórica y con frecuencia se utilizan la astrología, aruspicina y la técnica de cartomancia, evidenciada en las consulta de tarot.
La mayoría de las personas recurren a la adivinación cuando están desorientados y no saben por qué opción decidirse entre las que se les presentan como posibles. Normalmente los tipos de preguntas que se le hacen al adivino suelen verse directamente vinculadas al futuro de la persona y en algunos casos acerca de las raíces ocultas del pasado y que en gran medida puedan influir en el presente.
Asegurando un futuro brillante gracias al tarot
Si bien es cierto, de todas las técnicas que hemos presentado en este artículo una de las más antiguas es la astrología y según algunos escritos en investigaciones debe su origen a la era mesopotámica. Se dice que para la época de la Mesopotamia los pobladores expresaban sus visiones a través de la escritura, recurrían a escribir mensajes en tablillas de barro y su mensaje se simbolizaba con una serie de geroglíficos.
Algo similar sucedía con los dioses pero en el cielo estrellado, lugar donde trazaban sus escrituras y su significado sólo podía conocerse tras múltiples observaciones que relacionaban la posición de los astros con los acontecimientos terrestres.
No obstante, el tarot también se ha considerado una técnica muy antigua originaria de la edad media, en la que abundaban los juegos de naipes relacionados con la adivinación.
Se presume que actualmente los tarotistas que ejercen esto como profesión emplean cartas de origen español, aunque realmente fue en Italia donde se crearon las primeras cartas utilizadas para estas prácticas, donde a los cuatro de espada, bastos, oro y copas se le añadieron los llamados arcanos mayores: el mago, la sacerdotisa, la emperatriz, el emperador, el sumo sacerdote, los enamorados, la justicia, el ermitaño, la rueda de la fortuna, el hombre colgado, la templanza, entre otros más.